Mestre Eckhart: SERMÃO II
Cfr. la explicación de Quint (t. I p. 29 s. n. 2) según la cual la producción del fruto está condicionada por la sucesión temporal de las obras; por eso, no pueden ser infinitas ya que dependen del tiempo debido a la disposición de quien las ejecuta atado al yo, al fin y al tiempo.
El "Árbol de la Vida" se encuentra en el centro de la "Jerusalem celeste", lo que se explica fácilmente cuando se conocen las relaciones de ésta con el "Paraíso terrestre" 1 : se trata de la reintegración de todas las cosas en el "estado primordial", en virtud de la correspondencia del fin del ciclo con su comienzo, según lo que todavía explicaremos después. Es destacable que este árbol, según el simbolismo apocalíptico, lleva entonces doce frutos 2 , que son, como ya lo hemos dicho en otra parte 3 , asimilables a los doce Adityas de la tradición hindú, donde éstos son doce formas del sol que deben aparecer todas simultáneamente al fin del ciclo, rentrando entonces en la unidad esencial de su naturaleza común, ya que son otras tantas manifestaciones de una esencia única e indivisible, Aditi, que corresponde a la esencia una del "Árbol de la Vida" mismo, mientras que Diti corresponde a la esencia dual del "Árbol de la Ciencia del bien y del mal" 4 . Por lo demás, en las diversas tradiciones, la imagen del sol está ligada frecuentemente a la de un árbol, como si el sol fuera el fruto del "Árbol del Mundo"; deja su árbol al comienzo del ciclo y viene a reposarse en él cuando acaba 5 . En los ideogramas chinos, el carácter que designa la puesta del sol lo representa reposándose sobre un árbol al final del día ( que es análogo al fin del ciclo ); la oscuridad está representada por un carácter que figura al sol caído al píe del árbol. En la India, se encuentra el árbol triple que lleva tres soles, imagen de la Trimurti, así como el árbol que tiene por frutos doce soles, que son, como acabamos de decirlo, los doce Adityas; en China, se encuentra igualmente, el árbol con doce soles, en relación con los doce signos del Zodiaco o con los doce meses del año como los Adityas, y a veces también con diez, número de la perfección cíclica como en la doctrina pitagórica 6 . De una manera general, los diferentes soles corresponden a las diferentes fases de un ciclo 7 ; salen de la unidad al comienzo de éste y vuelven a entrar en ella al final, que coincide con el comienzo de otro ciclo, en razón de la continuidad de todos los modos de la Existencia Universal.
Roberto Pla: Evangelho de Tomé - Logion 9
Quanto às "medidas" de frutos (gr. karpon) da semeadura, dadas nesta parábola, uma chave pode ser a "parábola da levedura" um valioso auxiliar exegético pois revela que três são as medidas necessárias de levedura para que a farinha da Palavra semeada fermente em sua totalidade. Esta, a totalidade, é a significação do valor cem — cifra da terceira e máxima medida — segundo a fórmula do cêntuplo "deixada filtrar" por Lucas enquanto à unidade. (v. 120)
Em resumo com a medida "trinta" a Palavra está presente no homem que acaba de descobrir o fruto da semente da eternidade, recém nascido em seu coração, donde foi semeado. Este fruto deve ser recebido, segundo explica Isaías, como "Admirável-Conselheiro", "Deus-Poderoso", "Sempre-Pai e Príncipe de Paz". (Is 9,5). A fragilidade deste nascido tão recente, se explica pela gradação tênue com que é percebida à princípio sua intensa luz por uma consciência que "andava às escuras" até então. Como diz o profeta: "Sobre os que viviam na terra das sombras brilhou uma luz" (Is 9,1). Não outra coisa parecem alegorizar as perseguições de Santos inocentes, fáceis de entender se se tomam a Herodes e ao faraó dos tempos de Moisés infante, como figura do inimigo do espírito.
Por meio da medida "sessenta", se tenta descrever ao homem cuja consciência "escuta" a Palavra. O que então se ouve cair sobre a terra boa é uma chuva de fogo do Espírito, chamas ou línguas que se convertem em conhecimento "do de acima". Esta é a efusão dos carismas do Espírito que Paulo Apóstolo reputa como fé, conhecimento, dom de línguas, de interpretação, de profecia, etc (1Cor 12,8), e que sem dúvida congregam a todos os beneficiários em uma instituição "espiritual" dos Sete, como participantes comuns do conhecimento imperfeito.
Quanto à terceira medida, totalizadora, já está dito, exemplifica ao que alcançou a epignosis, o Conhecimento perfeito. A possessão por Jesus Cristo deste Conhecimento que constitui o mais alto Mistério do Reino e que provê para fundar e sustentar a instituição dos Doze, é veladamente descrita pelo evangelista Lucas naquela perícope na qual se refere a Jesus "quando teve doze anos". Naquela ocasião, ninguém encontra a Jesus durante os três Dias que passa no Templo, "entre os mestres". Quando ao fim o encontram, exclama: "Não sabeis que eu devia estar na Casa de meu Pai? " Com esta resposta magnifica Jesus pela primeira vez a suprema lição da unidade do Pai e do Filho, que confirma mais tarde: "O pai e eu somos uma só coisa" (Jo 10,30).
NOTAS: