Como ya hemos visto en el capítulo anterior, según Ibn Arabi, la única actitud correcta del hombre respecto a Dios es una armoniosa unidad compuesta por tanzîh y tashbîh, realizable sólo sobre la base de la intuición mística de la «revelación».
Si el hombre sigue la dirección de la Imaginación que aún no está iluminada por la experiencia de la «revelación», puede estar seguro de caer en el tipo erróneo de idolatría en que cada ídolo individual es adorado como dios verdaderamente independiente y autosuficiente. Ese dios no es sino una imagen infundada producida por la mente humana. Y el resultado de ello es un tipo de tashbîh puro que nunca puede alcanzar el nivel de tanzîh. Si, por otra parte, el hombre intenta una aproximación a Dios guiándose por la Razón y prescindiendo de la Imaginación, se precipitará inevitablemente hacia un tanzîh exclusivo y perderá de vista la vida divina que palpita en todos los fenómenos del mundo, incluido él mismo.
La actitud correcta que combina tanzîh y tashbîh consiste, en pocas palabras, en ver el Uno en los Muchos y los Muchos en el Uno o, mejor dicho, ver los Muchos como el Uno y el Uno como los Muchos. Ibn Arabi denomina la realización de este tipo de coincidentia oppositorum «perplejidad» (hayrah). Se trata de una perplejidad metafísica porque la propia naturaleza de lo que ve en el mundo impide al hombre decidir definitivamente si el Ser es Uno o Muchos.
Ibn Arabi explica el concepto de «perplejidad» utilizando su original interpretación de un versículo coránico. El versículo en cuestión es: «Y [los ídolos] han extraviado a muchos» (LXXI, 24). Según la interpretación de Ibn Arabi, esto significa que la existencia de numerosos ídolos ha producido perplejidad en los hombres ante lo extraño del Uno diversificado en Muchos por su propia actividad.
En este contexto, los ídolos representan la multiplicidad de las formas observables en el mundo. Y, como señala al-Qashani, quien los contemple «con el ojo de la unificación (tawhid), o sea con el prejuicio del tanzîh, puede tener la seguridad de quedar sumido en la confusión y perplejidad al ver el Uno diversificarse de acuerdo con las relaciones que mantiene con sus lugares de manifestación.
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