VIDE: INTERIOR-EXTERIOR; MESMO-OUTRO; ALTERIDADE; MULTIPLICIDADE; SEPARAÇÃO
FILOSOFIA
Michel Henry: FILOSOFIA DA CARNE
Al aparecer del mundo le pertenecen ciertos rasgos decisivos. Su breve enumeración servirá de introducción a la fenomenología de la carne, cuya primera tesis será, como lo hemos ya sugerido, que la carne no es susceptible de aparecer en el aparecer del mundo.
1° Dado que éste último consiste en el «fuera de sí», en la venida afuera de un Fuera, entonces todo lo que se muestra en él se muestra afuera: como exterior, como otro, como diferente. Exterior, porque la estructura del Ek-stasis en la que se muestra es la exterioridad; otro, porque esta estructura ekstática es la de una alteridad primordial (todo lo que está fuera de mí es otro distinto de mí, todo lo que está fuera de sí es otro distinto de sí); diferente, porque este Ek-stasis equivale a una Diferencia, la operación que, ahondando la separación de una distancia, hace diferente a todo aquello a lo que le es dado aparecer gracias a esta puesta a distancia — en el horizonte del mundo -.
Lo que difiere es por tanto doble. Por una parte, se trata del horizonte que toma forma en la separación de esta diferencia y se visibiliza en ella. Por otra, se trata de lo que es diferente, de lo que aparece en el aparecer así constituido por este horizonte. La Diferencia consiste aquí en la diferencia entre lo que aparece y el horizonte en el que se muestra, en la diferencia entre lo que aparece y el aparecer mismo. ¿Cómo no reconocer la distinción de la que ha partido el análisis fenomenológico a fin de disociar su tema propio del de las ciencias, la distinción entre las cosas y el modo en el que se muestran, entre los «fenómenos» y la fenomenicidad pura? La sospecha surge porque semejante oposición no tiene el significado absolutamente general que habíamos intentado asignarle inicialmente. Ciertamente, nos ha permitido aislar la «cosa misma» de la fenomenología, aquello cuya elucidación tiene por tarea. Sin embargo, no podemos olvidar una de nuestras anotaciones precedentes: el hecho de que, dado que son los fenómenos del mundo los que se toman en consideración con el deseo de poner de manifiesto a partir de ellos la esencia de la fenomenicidad pura, dicha fenomenicidad no es, por esto mismo, otra que la del mundo. Que el aparecer difiera de todo lo que aparece en él no depende de la esencia de toda fenomenicidad concebible, sino sólo de la naturaleza de ese modo particular de aparecer que consiste en la Diferencia del «fuera de sí».
Semejante aparecer se aleja de sí con violencia tal, se dirige fuera de sí con tanta fuerza -no siendo otra cosa que esta expulsión originaria de un Fuera-, que todo lo que hace aparecer jamás puede ser otra cosa, en efecto, que lo exterior en el terrible sentido de lo que, puesto fuera, expulsado por decirlo así de su Morada verdadera, de su Patria de origen, privado de sus bienes más propios, se encuentra desde entonces abandonado, sin apoyo, perdido: presa de ese desamparo en el que Heidegger ha dejado al hombre para hacer de él, en calidad de «ser-en-el-mundo», nada menos que un ser de ese mundo.
2° El aparecer que desvela en la Diferencia del mundo no sólo hace diferente a todo aquello que se desvela de este modo; le es desde el principio totalmente indiferente, ni lo ama ni lo desea, no lo protege de ningún modo, careciendo de toda afinidad con él. Ya se trate del cielo que se cubre o de la igualdad de los radios del círculo, de una cabra o de un hidroavión, de una imagen o de una cosa real o, incluso, de la fórmula que contuviese el secreto del universo, poco le importa. Como la luz de la que habla la Escritura y que luce tanto para los justos como para los injustos, el aparecer del mundo ilumina todo lo que ilumina sin hacer acepción de cosas o de personas, en una aterradora neutralidad. Hay víctimas y verdugos, actos caritativos y de genocidio, reglas y excepciones, y exacciones, viento, agua, tierra, y todo aquello que permanece ante nosotros del mismo modo, en ese modo último de ser que expresamos al decir: «Eso es», «Hay».
3° Pero esta indiferencia del aparecer del mundo hacia lo que desvela en la Diferencia y que hace de él cualquier cosa menos un Padre para sus Hijos, un hermano para sus hermanos, un amigo para sus amigos (un amigo que sabe todo lo que sabe su amigo, un hermano que sabe todo lo que saben sus hermanos y, primeramente, el primero entre ellos, el Hijo Primogénito), tal indiferencia a duras penas oculta una indigencia más radical. Al aparecer del mundo no sólo le resulta indiferente todo lo que desvela, es incapaz de conferirle la existencia. Es sin duda esta incapacidad del aparecer del mundo para dar cuenta de aquello que se desvela en él lo que explica su indiferencia para con ello. Indiferencia, neutralidad... quieren decir aquí impotencia, y provienen de ella. Heidegger, que por primera vez ha pensado el concepto de mundo en su significación fenomenológica originaria como puro aparecer, no ha desconocido ni esta indiferencia (la angustia en la que todo deviene indiferente) ni esta impotencia. El desvelamiento desvelado, descubierto, «abierto», pero no creado (macht nicht, offnet). El ente, lo que es, se da en su desvelamiento mismo como independiente del poder que lo desvela, como anterior a él. El «hay», el «es», no puede decir lo que «es», lo que «hay», y ello porque no está en condiciones de hacerlo existir.
Cómo no darse cuenta de que tal situación pone gravemente en duda el principio fundamental de la fenomenología. Según éste, es la fenomenicidad quien hace manifiesto el ser. Lo que es, es susceptible de ser por mor del aparecer y sólo porque el aparecer aparece. En ello consiste la prelación de la fenomenología sobre la ontología. Esta prelación no se cumple en el caso del aparecer del mundo, si es verdad que éste es incapaz de poner en el ser aquello que ha hecho aparecer. En este caso, lo que aparece en el mundo, aunque aparezca efectivamente en él, no por ello existe. Cabe decir más: es porque aparece en el mundo por lo que no existe. Aquí no sólo se pone en tela de juicio el principio «tanto aparecer, tanto ser»: propiamente se invierte. Es preciso afrontar esta extraordinaria paradoja. Pero preguntémonos primero: ¿se puede citar un solo caso, un solo ejemplo, que nos haga presente una situación tan inverosímil, esta exclusión recíproca del ser y del aparecer?