Gregório de Nissa: PRIMEIRA TEOFANIA; SEGUNDA TEOFANIA; TERCEIRA TEOFANIA
Roberto Pla: Evangelho de Tomé - Logion 113
Não é para ninguém um segredo que os grandes relatos teofânicos do AT utilizam uma linguagem metafórica, exigido tal vez pela natureza extremamente sutil do que intentam descobrir. A teofania não é um ato do pensamento e portanto, não é pensável, nem compreensível, nem admite uma descrição direta em imagens da linguagem.
Por todas partes se impone la idea de Teofanía, que tiene lugar por esencia y necesariamente entre lo inteligible y lo sensible, que se designa como Sofía, como “el Alma del mundo”, y que es a la vez el lugar imaginal y el órgano de esta Teofanía. Es al mismo tiempo la mediadora necesaria, Deus revelatus, entre la Divinidad pura, eternamente oculta, fuera de alcance, y el mundo del hombre. Es lo que en otro lugar hemos denominado la “paradoja del monoteísmo” y que es un tema constante en todas las doctrinas relacionadas de un modo u otro con la Cábala en las “religiones del Libro”. También en mística judía los hasidíes establecen una triple diferencia: está el Dios al que no podemos conocer, el lugar de donde emana la Gloria, que es el “Rostro de arriba”, que ni siquiera los Ángeles conocen, y está también la Gloria que se manifiesta, el “Rostro de abajo”, el único que nosotros podemos contemplar. Este “Rostro de abajo” es el Ángel Metatron como “Ángel del Rostro”, que por eso mismo es también la Presencia, la Sofía, el Alma del mundo. [Corpo Espiritual e Terra Celeste]
Todos los grandes temas constitutivos del pensamiento shiíta proporcionan a la reflexión teológica un material cuya riqueza no puede compararse con las aportaciones del Islam sunnita. Su idea dominante es la teofanía en forma humana, la antropomorfosis divina que colma el abismo abierto por el monoteísmo abstracto. No se trata, sin embargo, del dogma cristiano de la Encarnación, ni de la unión hipostática definida por los concilios, sino de la manifestación del Dios incognoscible en la forma específica del Anthropos celestial, cuyas ejemplificaciones o «formas teofánicas» (mazahir) han sido en la tierra los santos Imames. Mientras que la idea de la Encarnación postula un hecho material único, que se inserta en la trama cronológica de los hechos históricos y fundamenta en ellos esa realidad eclesial que el monismo sociológico laicizará como «Encarnación social», la idea teofánica apela — a la asunción celestial del hombre, al retorno a un tiempo que no es el de la historia y la cronología.
La recurrencia de las teofanías, la perpetuación de un misterio, no implica ni una realidad eclesial ni un magisterio dogmático, sino la virtud del Libro revelado como «cifra» de un Verbo eterno, siempre capaz de producir nuevas creaciones (cf. en la segunda parte de esta misma obra, la idea de la «creación recurrente» según Ibn Arabi). Ésta es también la idea shiíta del ta’wil, la exégesis espiritual esotérica que percibe y transmuta todos los datos materiales, las cosas y los hechos, en símbolos y los «reconduce» a las Personas simbolizadas. Toda apariencia, todo elemento exotérico (zahir) tiene un sentido esotérico (batin); el «Libro descendido del cielo», el Corán, limita a la letra aparente, perece en la opacidad y servidumbre de la religión legalista. Es preciso hacer aflorar, en la transparencia de las profundidades, el sentido esotérico. Y éste es el ministerio del Imam, el «guía espiritual», aunque se encuentre, como en esta época del mundo, en la «Gran Ocultación»; o, más bien, ese sentido es el Imam mismo, no ciertamente como individualidad empírica, sino como persona teofánica. Su «magisterio», es un magisterio iniciático; la iniciación al ta’wil es nacimiento espiritual (wiladat rühaniya). Porque aquí, como ocurre con todos aquellos que lo han practicado en el Cristianismo sin confundir el sentido espiritual con la alegoría, el ta’wil permite el acceso a un mundo nuevo, aun plano superior del ser. (HCIbnArabi)
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