Ritmo vivido y ritmo sabido
¿Cómo explicarse estos hechos cuya existencia es indiscutible? La aclaración de estos fenómenos es bastante difícil, porque una comprensión completa — y no solamente lógica y formalista — requiere que el lector esté informado por una audición directa. En su esencia, todos estos fenómenos escapan a la investigación analítica, porque su naturaleza dinámica se substrae a cada intento de descomposición en elementos parciales. Para estar informado es menester vivir estas formas. Para vivir un ritmo de tambor, por ejemplo, es indispensable entregarse sin reserva a este ritmo durante un rato muy largo, descartando toda clase de intervención de la inteligencia discursiva. Si, por el contrario, resistimos intelectualmente a la vivencia del ritmo, ya para poder ponerlo por escrito, sin haberlo vivido previamente, ya porque lo consideramos solamente como un ruido informe, este ritmo nos comunica un alto grado de nerviosidad. El método intelectual, por el cual se puede establecer exactamente y a plena luz de la conciencia la «división» del tiempo, conduce a saber o conocer el orden de la sucesión de los valores breves y largos. La forma más rudimentaria de este método consiste en contar los valores como lo hacen los niños al aprender el solfeo. Con tal método sólo se adquiere el conocimiento de un metro, esto es, una «división» del tiempo. Pero esta «división», que resulta de una concepción espacial del tiempo, no constituye un ritmo vivido, porque el ritmo, al igual que el tiempo, es un fenómeno indivisible, un movimiento continuo y homogéneo comparable a un manantial. El dinamismo del transcurso rítmico se asemeja a la columna de agua de un surtidor. Su vivencia sólo se alcanza por el método intuitivo o directo, mediante el cual se percibe en seguida toda la forma rítmica como una «forma entera» y un movimiento indivisible. Como este proceso se realiza casi por completo en las capas inferiores de la conciencia, un individuo que únicamente vive el ritmo por el método intuitivo, es incapaz de hacer una transcripción razonada del metro de este ritmo. Dicho metro es una creación del espíritu humano, mientras que el ritmo constituye un fenómeno dinámico natural, una forma totalitaria e indisoluble que será siempre refractaria a cualquier intento de análisis, pues, al «descomponerlo», el fenómeno mismo se desvanecería.
A pesar de esta dificultad, trataremos de aclarar el problema de la visualización, por lo menos en su aspecto formal, advirtiendo al lector que, cuando se hable de ritmos, siempre se tratará de ritmos vividos. Es seguro que la limitación y la comunidad del mundo representativo son de gran importancia, porque estrechan el círculo de las representaciones posibles. Determinados recuerdos como aquellos de la canción de la cigüeña (el volar o saltar de este animal) podrían explicarse quizá por el hecho de que esas representaciones, que se han retirado a la subconsciencia en el hombre moderno, viven a la luz de la conciencia en el hombre primitivo. Pero esto no es una explicación suficiente.
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