René Guénon: O REINO DA QUANTIDADE E OS SINAIS DOS TEMPOS
Otra cuestión se plantea todavía: la cantidad se presenta a nosotros bajo modos diversos, y, concretamente, hay la cantidad discontinua, que es propiamente el número, y la cantidad continua, que es representada principalmente por las magnitudes espacial y temporal; ¿cuál es, entre estos modos, el que constituye más precisamente lo que se puede llamar la cantidad pura? Esta cuestión tiene también su importancia, tanto más cuanto que Descartes, que se encuentra en el punto de partida de una buena parte de las concepciones filosóficas y científicas específicamente modernas, ha querido definir la materia por la extensión, y hacer de esta definición misma el principio de una física cuantitativa que, si no era todavía «materialismo», era al menos «mecanicismo»; se podría estar tentado de concluir de eso que es la extensión la que, al ser directamente inherente a la materia, representa el modo fundamental de la cantidad. Por el contrario, Santo Tomás de Aquino, al decir que «numerus stat ex parte materiae», parece sugerir más bien que es el número el que constituye la base substancial de este mundo, y que es él, por consiguiente, el que debe considerarse verdaderamente como la cantidad pura; este carácter «básico» del número concuerda perfectamente con el hecho de que, en la doctrina pitagórica, es el número el que, por analogía inversa, se toma como símbolo de los principios esenciales de las cosas. Por lo demás, es menester destacar que la materia de Descartes ya no es la materia secunda de los escolásticos, sino que es ya un ejemplo, y quizás el primero en fecha, de una «materia» de física moderno, aunque Descartes no haya puesto todavía en esta noción todo lo que sus sucesores debían introducir en ella poco a poco para llegar a sus teorías más recientes sobre la «constitución de la materia». Hay pues lugar a sospechar que, en la definición cartesiana de la materia, puede haber algún error o alguna confusión, y que ya ha debido deslizarse en ella, quizás sin saberlo su autor, un elemento que no es de orden puramente cuantitativo; y en efecto, como lo veremos después, la extensión, aunque tiene evidentemente un carácter cuantitativo, como todo lo que pertenece al mundo sensible, no obstante no podría ser mirada como pura cantidad. Además, se puede destacar también que las teorías que van más lejos en el sentido de la reducción a lo cuantitativo son generalmente «atomistas», bajo una forma o bajo otra, es decir, que introducen en su noción de materia una discontinuidad que la aproxima mucho más a la naturaleza del número que a la de la extensión; e incluso el hecho de que la materia corporal no pueda ser concebida a pesar de todo de otro modo que como extensión no es para todo «atomista» más que una fuente de contradicciones. Otra causa de confusión en todo eso, y sobre la cual tendremos que volver, es el hábito que se ha tomado de considerar «cuerpo» y «materia» casi como sinónimos; en realidad, los cuerpos no son de ninguna manera la materia secunda, que no se encuentra en ninguna parte en las existencias manifestadas en este mundo, sino que proceden de ella solo como de su principio substancial. En definitiva, es efectivamente el número, que tampoco nunca es percibido directamente y en el estado puro en el mundo corporal, el que debe ser considerado en primer lugar en el dominio de la cantidad, como constituyendo su modo fundamental; los demás modos no son más que derivados, es decir, que no son en cierto modo cantidad más que por participación en el número, lo que se reconoce por lo demás implícitamente, cuando se considera, como la cosa es siempre de hecho, que todo lo que es cuantitativo debe poder expresarse numéricamente. En estos otros modos, la cantidad, incluso si es el elemento predominante, aparece siempre como más o menos mezclada de cualidad, y es así como las concepciones del espacio y del tiempo, a pesar de todos los esfuerzos de los matemáticos modernos, no podrán ser nunca exclusivamente cuantitativas, a menos que se consienta reducirlas a nociones enteramente vacías, sin ningún contacto con una realidad cualquiera; pero, a decir verdad, ¿no está hecha la ciencia actual en gran parte de estas nociones vacías, que no tienen más carácter que el de «convenciones» sin el menor alcance efectivo? Nos explicaremos más completamente sobre está última cuestión, sobre todo en lo que concierne a la naturaleza del espacio, ya que este punto tiene una relación estrecha con los principios del simbolismo geométrico, y, al mismo tiempo, proporciona un excelente ejemplo de la degeneración que conduce de las concepciones tradicionales a las concepciones profanas; y llegaremos a ello examinando primero cómo la idea de la «medida», sobre la cual se basa la geometría misma, es, tradicionalmente, susceptible de una transposición que le da una significación completamente diferente de la que tiene para los sabios modernos, que no ven en ella en suma más que el medio de acercarse lo más posible a su «ideal» al revés, es decir, de operar poco a poco la reducción de todas las cosas a la cantidad.
Por el contrario, cuando Santo Tomás de Aquino dice que «numerus stat ex parte materiae», es efectivamente del número cuantitativo de lo que se trata, y con eso afirma precisamente que la cantidad tiende inmediatamente al lado substancial de la manifestación; decimos substancial, ya que materia, en el sentido escolástico, no es la «materia» tal como la entienden los físicos modernos, sino la substancia, ya sea en su acepción relativa cuando es puesta en correlación con forma y referida a los seres particulares, ya sea también, cuando se trata de materia prima, como el principio pasivo de la manifestación universal, es decir, la potencialidad pura, que es el equivalente de Prakriti en la doctrina hindú. No obstante, desde que se trata de «materia», en cualquier sentido que se quiera entender, todo deviene particularmente obscuro y confuso, y sin duda no sin razón (v. Essência-Substância); así, mientras que hemos podido mostrar suficientemente la relación de la cualidad con la esencia sin entrar en largos desarrollos, deberemos extendernos más sobre lo que concierne a la relación de la cantidad con la substancia, ya que nos es menester primero llegar a elucidar los diferentes aspectos bajo los cuales se presenta lo que los Occidentales han llamado «materia», incluso antes de la desviación moderna donde esta palabra estaba destinada a desempeñar un papel tan grande; y, por lo demás, eso es tanto más necesario cuanto que esta cuestión se encuentra en cierto modo en la raíz misma del tema principal de nuestro estudio.