En el capítulo anterior hemos tratado la relación específica que existir entre lo Absoluto y el mundo. Hemos visto hasta qué punto lo Absoluto y el mundo son contradictoriamente idénticos entre sí. Ambos son, en el fondo, lo mismo. Pero esta declaración no significa que la relación entre ellos sea de simple identificación: lo Absoluto y el mundo son lo mismo siendo, al mismo tiempo, diametralmente opuestos uno a otro. Las criaturas, en esencia, no son sino Dios pero, en sus formas determinadas, distan mucho de ser lo mismo que Dios.
Como ya hemos señalado, Ibn Arabi intenta describir esta situación contradictoria con diversas imágenes. La «sombra» (zill) es una de ellas. Con esta metáfora presenta su idea en una proposición básica: «El mundo es la sombra de lo Absoluto» y, como tal, es la forma de éste, pero su grado es inferior.
Has de saber que lo que se considera generalmente como «distinto de lo Absoluto», o sea lo que llamamos «mundo», es a lo Absoluto lo que la sombra a la persona. En este sentido, el mundo es la «sombra de Dios».
Hay que destacar, en esta cita, que, en el pensamiento de Ibn Arabi, no hay, en sentido estricto, nada «distinto de lo Absoluto». La expresión entrecomillada no es más que un dicho popular, pero no carece totalmente de base porque, desde un punto de vista filosófico o teológico, el mundo es una forma fenoménica concreta de los Nombres divinos, y éstos, en cierto modo, son contrarios a la Esencia divina. Desde este punto de vista, el mundo es, sin duda alguna, «distinto de lo Absoluto». El razonamiento de Ibn Arabi prosigue:
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