VIDE: methexis
Filosofia
Albert Keller: Excertos de "Conceptos fundamentales de filosofía", Hermann Krings, Hans Michael Baumgartnes, Christoph Wild, et alii
A la vez, sólo sobre el trasfondo del ser es pensable la negación y con ello la diferencia. El ser en general no es negable, como ha mostrado la tautologia de las atribuciones más generales del ser. Sólo pueden negar se los entes o las formas de ser en el horizonte de ser que los envuelve. Las afirmaciones de que algo no es encarnado, no es hombre, no existe, ciertamente niegan el ser como contenido, pero no lo niegan por completo (el «algo» del que ellas hablan sólo bajo un aspecto puede designarse como ente); a la vez por el acto mismo de afirmar atribuyen ser, en cuanto convierten su objeto en algo juzgado, enunciado. También psicologicamente el origen del concepto de «no» sin duda ha de explicarse por la experiencia de que no se cumplen expectativas, deseos, miedos, o sea, por negación en médio de un horizonte envolvente (p. ej., algo es deseado, pero no se realiza). Desde esta perspectiva parece impensable la negación pura, la cual no estuviera enmarcada en un campo positivo más amplio.
La diferencia de los entes entre sí consiste precisamente en semejante negación sobre un trasfondo común. En efecto, lo dis-tinguible ha de poderse comparar entre sí, de otro modo no podría hablarse de diferencia. Solamente en virtud de esta dimensión común, la cual consiste en que los entes sean comparables, puede enunciarse la diferencia, en cuanto determinaciones particulares del ser que corresponden a imo son negadas del otro, y a la inversa.
Pero también las determinaciones finitas mismas contienen en sí negaciones y se distinguen así entre ellas, en çuanto afirman una forma de ser y excluyen otra. Significan ser así y a la vez no ser de otro modo, con lo cual cumplen el principio de Espinosa: Omnis determinatio est negatio.
En este tipo de determinación queda puesta la dialéctica, pues cada determinación con su ser pone también un no ser de un determinado tipo, y así contiene el triple paso de tesis (ser), antítesis (no ser) y síntesis (en una manera determinada). Así en el âmbito de los colores el ser encarnado incluye el no ser negro, verde, etc. La síntesis, en el ejemplo aducido el ser un color, puede entenderse de nuevo como ima tesis, pues a su vez en su manera pone las antítesis como posibles y las excluye, y así sucesivamente, hasta que como síntesis suprema se logra el ser, en el cual termina la diléctica, pues frente a él no puede formarse ninguna antítesis, ya que el ser abarca también la nada.
En el hecho de que del ente finito y de las formas de ser finitas — y sólo de ellos— podemos enunciar tanto el ser como el no ser, mientras que del ser se excluye precisamente el no ser, se funda la diferencia ontológica, y por primera vez a partir de ella se hace plenamente comprensible la doctrina de la analogia y de la participación.
El ser finito es inseparablemente el no ser, pues como no ser aquél significa a la vez que no es lo otro. Hegel formula esto de la siguiente manera: «En la existencia la determinación es una con el ser, y ésta puesta a la vez como negación, es limite, barrera. Por lo cual el ser otro no es algo indiferente, fuera de ella, sino su propio momento»4. Esclarecido con un ejemplo: el color rojo no es una composición en la que al ser rojo se afiada el no ser azul, no ser negro, etc., sino que es rojo precisamente en cuanto es también no ser azul, etc.; de esa manera el ser es inseparablemente uno con el no ser. En este no ser inseparablemente unido con el ser finito está la diferencia ontológica del ente o del ser finito respecto del ser en sí, que excluye absolutamente todo no ser. Por eso, acerca de lo finito — sea una forma de ser o un ente—, puedo decir ciertamente que ello es idêntico con el ser, que es ser, pero no que es el ser; de la misma manera que puedo decir: «Aristóteles es hombre», pero no: «él es el hombre». No obstante, a diferencia de este ejemplo, en la afirmación de que lo finito es ser, el ente limitado no queda ordenado en la clase del ser, pues no se da ninguna clase unitaria del mismo, ya que la diferencia del ser finito respecto del ser mismo es tan insupri-mible como su unidad con el no ser, el cual queda precisamente excluído por aquél.
Ser y no ser constituyen una unidad tan íntima en lo finito, que no pueden separarse entre sí ni siquiera conceptualmente como dos aspectos. No se obtiene de nuevo el ser por el hecho de prescindir del no ser en lo finito; con ello tampoco se obtiene el verdadero ser de lo finito, el cual quedaria más bien suprimido. Quien extrae de lo rojo el no ser negro, etc., no obtiene el ser rojo o el ser, sino obsolutamente nada; en la medida en que se excluye el no ser verde, no ser blanco, etc., desaparece también el ser rojo. Y esto vale en general del ser finito; partiendo de él, por abstrac-ción — entendida como omisión de otras notas, a saber, aqui la del no ser— no puede obtenerse ni el ser finito mismo sin no ser, ni el ser en sí.
Por ello la analogia del ser es originaria y no puede disolverse en la equivocidad, pues lo diferenciante no puede separarse por completo del ser; de otro modo podría prescindirse de ello y se obtendría un concepto unívoco de ser, que como igual podría enunciarse de todo. Pero como lo diferenciante, a saber, el no ser en lo finito, no puede separarse de su ser el ser no puede enunciarse en igual manera de todo, sino sólo análogamente, especialmente de lo finito en comparación con lo infinito.
Por tanto, la diferencia entre finito e infinito no descansa sim-plemente en que lo uno sólo tiene ser, mientras que lo otro es ser; está más bien en que no se predica lo mismo de ambos, sino solamente un ser análogo. Por ello la participación no ha de en-tenderse como si hubiera un ser que en un caso subsiste y en otro es participado, de modo que lo finito participara en este ser; más bien lo finito tiene o es un ser, el cual se distingue del ser en sí por el hecho de que abarca solamente una parte, medido en lo que abarca el ser en sí, pues no sólo implica ser, sino también su negación por el no ser inseparablemente uno con él.
René Guénon: CRIAÇÃO E MANIFESTAÇÃO
Ananda Coomaraswamy: TEORIA MEDIEVAL DA BELEZA
Aquí el concepto de participación está calificado por la afirmación de que el modo de participación es por semejanza. El que la palabra «ser» (essentia) se use con respecto al ser de las cosas en sí mismas y también de su ser principalmente en Dios, y por consiguiente como Dios, no implica que su ser en sí mismas, como realidades en la naturaleza, sea una fracción de Su ser; y de la misma manera su belleza (que, como integritas sive perfectio, es la medida de su ser) no es una fracción de la Belleza Universal, sino un reflejo o una semejanza (similitudo, sánscrito pratibimba, pratimana, etc.) de ella; cf. Summa Theologica I.4.3. La semejanza es de distintos tipos: (1) de naturaleza, y se llama «semejanza de univocación o participación» con referencia a esta naturaleza, como en el caso del Padre y el Hijo; (2) de imitación, o participación por analogía; y (3) ejemplaria o expresiva. La participación de la criatura en el ser y la belleza divinos es hasta cierto punto del segundo tipo, y principalmente del tercero. Las distinciones que se hacen aquí son las de San Buenaventura; para referencias, ver Bissen, L’Exemplarisme divin selon Saint Bonaventure, pp. 23 ss., y para el ejemplarismo en general, Coomaraswamy, «Vedic Exemplarism».