China
Marcel Granet: O Pensamento Chinês — WANG
René Guénon: WANG
Del mismo modo que Manu es el prototipo del hombre (mânava), la pareja Purusha-Prakriti, en relación a un estado de ser determinado, puede considerarse como equivalente, en el dominio de la existencia que corresponde a ese estado, a lo que el esoterismo islámico llama el "Hombre Universal" (El-Insânul-Kâmil) 1
, concepción que, por lo demás, puede extenderse después a todo el conjunto de los estados manifestados, y que establece entonces la analogía constitutiva de la manifestación universal y de su modalidad individual humana (recordamos que es sobre esta analogía donde reposa esencialmente la institución de las castas — sobre el papel de Purusha considerado desde el punto de vista que indicamos aquí, ver concretamente el Purusha-Sûkta del Rig Vêda, X, 90 — Vishwakarma, aspecto o función del "Hombre Universal", corresponde al "Gran arquitecto del Universo" de las iniciaciones occidentales), o, para emplear el lenguaje de algunas escuelas occidentales, del "macrocosmo" y del "microcosmo" (estos términos pertenecen en propiedad al hermetismo, y son de aquellos para los cuales estimamos no tener que ocuparnos del empleo más o menos abusivo que ha podido hacerse de ellos por los pseudoesoteristas contemporáneos).
El Emperador llevaba a cabo en el Ming-tang, en el curso del ciclo anual, una circumambulación en el sentido «solar», colocándose sucesivamente en las doce estaciones correspondientes a las doce aberturas, donde promulgaba las ordenanzas (yue-ling) convenientes a los doce meses; se identificaba así sucesivamente a los «doce soles», que son los doce adityas de la tradición hindú, y también los «doce frutos del Árbol de la Vida» en el simbolismo apocalíptico 2 . Esta circumambulación se efectuaba siempre con retorno al centro, marcando así el medio del año 3 , de igual modo que, cuando visitaba el Imperio, recorría las provincias en un orden correspondiente y volvía luego a su residencia central, y de igual modo también que, según el simbolismo extremo oriental, el Sol, después del recorrido de un período cíclico (ya se trate de un día, de un mes o de un año), vuelve a reposarse sobre su árbol, que, como el «Árbol de la Vida» colocado en el centro del «Paraíso terrestre» y de la «Jerusalén celeste», es una figuración del «Eje del Mundo». Se debe ver bastante claramente que, en todo esto, el Emperador aparecía propiamente como el «regulador» del orden cósmico mismo, lo que, por lo demás, supone la unión, en él o por su medio, de las influencias celestes y de las influencias terrestres, que, así como ya lo hemos indicado más atrás, corresponden también respectivamente, de una cierta manera, a las determinaciones temporales y espaciales que la constitución del Ming-tang ponía en relación directa las unas con las otras.
NOTAS: